Mi consuelo es consolar a los demás, aunque el consuelo que les doy no sea el mío, decía Unamuno.
Y no sabes de qué manera he llegado a conectar con esa frase. Ni idea.
Nunca he mentido.
No a ti.
Nunca te atrevas a dudar si fue verdadero. Lo fue.
Cada te quiero esta tatuado en sitios dónde las agujas no se atrevieron a pasar.
Cada canción tarareada en aquella cama, cada abrazo de puntillas, cada calada después de un momento intenso, cada lágrima que derramo encima de esta entrada y todas aquellas que un día fueron arrojadas sobre tus hombros... todo es verdadero... Cada momento apoteósico bajo las sábanas, cada duda, cada arrebato de sinceridad, cada mirada. Sobre todo las miradas...
Todo a sido verdad, al menos por mi parte, ese es tu consuelo. Cada vez que te sientas mal, cada vez que sientas que tienes ganas de huir, o simplemente saber si hubo alguna vez alguien a quien le importaste de verdad, no dudes en recordarme. Y tú, sin apenas pretenderlo, me diste a mi el consuelo que necesitaba (eres un atrevido). El consuelo de haber vivido los mejores días de mi vida, de haber aprovechado cada instante contigo. Siento que nada a merecido más la pena en este mundo que este Octubre de 2012. Nada. Dios mío, que felicidad ver reír de aquella manera a alguien...
Y llegados a este punto, en dónde mis manos no hacen más que temblar, mis lágrimas más que caer, y siento más claustrofobia que nunca... solo me cabe decirte gracias antes de que sea tarde. Tuvimos suerte de encontrarnos. Siempre tan detallistas...
Cielo,
Nunca olvides que no te olvido...
Posdata: Te quiero.
